Terminamos
la cena a eso de las 8:30 y como la pequeña ya tenía hambre cenamos
todos juntos.
Una
vez cenamos, salimos al jardín, se estaba muy a gusto allí y
hablando y riendo nos dieron las 3:00 de la madrugada, nos dimos
cuenta cuando el cansancio empezó a notarse, nos despedimos de la
familia y volvimos a casa y nada mas meternos en la cama ambos caímos
rendidos.
Las
dos siguientes semanas fueron muy relajantes, íbamos a la playa,
volvimos a recorrer aquellos lugares de Málaga donde compartimos
secretos y caricias, estuvimos con la familia de Pablo y quedamos con
Mery y sus amigos, de los cuales, algunos parecía que me miraban
como con pena al ver mi tripa, pensarían lo típico que era una
joven que destrozaría mi vida al haberme quedado embarazada tan
pronto, pero no sabían que era la mujer mas feliz del mundo,
probablemente todo lo contrario a lo que se imaginaban.
Llegó
septiembre, quedaban tres meses para dar a luz y estaba muy sensible
y con muchos caprichos, a veces me enfadaba por tonterías y la
verdad es que no sabía como Pablo me aguantaba.
Una
mañana nos estábamos preparando para ir a la playa cuando sonó el
teléfono de Pablo, estuvo hablando un rato y luego colgó, nada mas
hacerlo una lágrima recorrió su cara.
-Ey
¿que pasa amor?
-Es
mi abuelo
-¿Qué
le pasa?
-Se
ha muerto
-Lo
siento mucho cariño, de verdad – le abracé y note como Pablo me
devolvió el abrazo con mucha fuerza, como si no quisiera que me
escapase jamás de aquellos brazos, cuando le miré observé como
caían las lágrimas por su cara y tal y como había echo él en mas
de una ocasión le quite una a una las lágrimas de su cara.
-No
me dejes nunca por favor.
-Eh...
eso ya sabes que no pasará
-Te
das cuenta de lo mucho que querías a una persona cuando ya no
puedes decírselo, ni demostrárselo, cuando ya la has perdido.
-Tranquilo
amor, tu no te preocupes, que al menos a mi siempre me tendrás a tu
lado, no te preocupes, venga calmate amor.
Pablo
seguía abrazándome, estaba destrozado pero finalmente conseguí que
se calmase, nos sentamos un rato en el sofá y estuvimos hablando,
cuando ya se tranquilizó completamente, y se vio con las fuerzas
suficientes, nos cambiamos y fuimos hacia el tanatorio, nos
quedaríamos allí hasta que fuésemos al entierro.
Cuando
llegamos toda su familia estaba allí ya, nos saludamos y poco mas,
el ambiente no estaba para ánimos de charlas.
Nunca
había visto a Pablo tan triste, estaba fatal y yo no sabía que
hacer para levantarle el ánimo, aunque fuese tan solo un poco.
Pablo
quería mucho a su abuelo, era pura admiración hacia él, y en mas
de una ocasión me había contado lo mucho que le había animado a
seguir cantando, como confiaba en Pablo y su música y como había
visto desde el primer momento el talento que tenía.
Me
mataba por dentro verle así de triste, de deprimido, ni siquiera
quería comer nada.
De
vez en cuando salíamos del tanatorio para que nos diese el aire y
nos despejásemos.
A
ratos hablaba con su hermana, pero en general las horas pasaban
recibiendo el pésame de amigos, familiares, yo me sentía un poco
fuera de lugar, pero sabía que debía seguir al lado de Pablo pasase
lo que pasase, nunca le dejaría solo.
El día transcurrió lentamente y el entierro fue sencillo y con
únicamente familiares cercanos y algún que otro amigo.
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