jueves, 5 de julio de 2012

Capitulo 42: un mal trago


Terminamos la cena a eso de las 8:30 y como la pequeña ya tenía hambre cenamos todos juntos.
Una vez cenamos, salimos al jardín, se estaba muy a gusto allí y hablando y riendo nos dieron las 3:00 de la madrugada, nos dimos cuenta cuando el cansancio empezó a notarse, nos despedimos de la familia y volvimos a casa y nada mas meternos en la cama ambos caímos rendidos.
Las dos siguientes semanas fueron muy relajantes, íbamos a la playa, volvimos a recorrer aquellos lugares de Málaga donde compartimos secretos y caricias, estuvimos con la familia de Pablo y quedamos con Mery y sus amigos, de los cuales, algunos parecía que me miraban como con pena al ver mi tripa, pensarían lo típico que era una joven que destrozaría mi vida al haberme quedado embarazada tan pronto, pero no sabían que era la mujer mas feliz del mundo, probablemente todo lo contrario a lo que se imaginaban.
Llegó septiembre, quedaban tres meses para dar a luz y estaba muy sensible y con muchos caprichos, a veces me enfadaba por tonterías y la verdad es que no sabía como Pablo me aguantaba.
Una mañana nos estábamos preparando para ir a la playa cuando sonó el teléfono de Pablo, estuvo hablando un rato y luego colgó, nada mas hacerlo una lágrima recorrió su cara.
-Ey ¿que pasa amor?
-Es mi abuelo
-¿Qué le pasa?
-Se ha muerto
-Lo siento mucho cariño, de verdad – le abracé y note como Pablo me devolvió el abrazo con mucha fuerza, como si no quisiera que me escapase jamás de aquellos brazos, cuando le miré observé como caían las lágrimas por su cara y tal y como había echo él en mas de una ocasión le quite una a una las lágrimas de su cara.
-No me dejes nunca por favor.
-Eh... eso ya sabes que no pasará
-Te das cuenta de lo mucho que querías a una persona cuando ya no puedes decírselo, ni demostrárselo, cuando ya la has perdido.
-Tranquilo amor, tu no te preocupes, que al menos a mi siempre me tendrás a tu lado, no te preocupes, venga calmate amor.
Pablo seguía abrazándome, estaba destrozado pero finalmente conseguí que se calmase, nos sentamos un rato en el sofá y estuvimos hablando, cuando ya se tranquilizó completamente, y se vio con las fuerzas suficientes, nos cambiamos y fuimos hacia el tanatorio, nos quedaríamos allí hasta que fuésemos al entierro.
Cuando llegamos toda su familia estaba allí ya, nos saludamos y poco mas, el ambiente no estaba para ánimos de charlas.
Nunca había visto a Pablo tan triste, estaba fatal y yo no sabía que hacer para levantarle el ánimo, aunque fuese tan solo un poco.
Pablo quería mucho a su abuelo, era pura admiración hacia él, y en mas de una ocasión me había contado lo mucho que le había animado a seguir cantando, como confiaba en Pablo y su música y como había visto desde el primer momento el talento que tenía.
Me mataba por dentro verle así de triste, de deprimido, ni siquiera quería comer nada.
De vez en cuando salíamos del tanatorio para que nos diese el aire y nos despejásemos.
A ratos hablaba con su hermana, pero en general las horas pasaban recibiendo el pésame de amigos, familiares, yo me sentía un poco fuera de lugar, pero sabía que debía seguir al lado de Pablo pasase lo que pasase, nunca le dejaría solo.
El día transcurrió lentamente y el entierro fue sencillo y con únicamente familiares cercanos y algún que otro amigo.

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